Antígona hoyLa historia que cuenta Sófocles en su tragedia Antígona, la versión completa más antigua que se conserva del mito, es conocida: Etéocles y Polinices, hijos de Edipo y Yocasta, luchan por el reinado de Tebas y ambos mueren. Creonte, su tío y nuevo rey de los tebanos, ordena dejar el cadáver de Polinices, el “rebelde”, expuesto como carroña disuasoria. La joven Antígona, hermana de los contendientes, se enfrenta a un dilema: acatar la disposición del rey o acogerse a la ley divina, que mandata el entierro de los muertos. La resolución del conflicto decanta la balanza por el lado que ya sabemos. La contravención esencial en el castigo impuesto por Creonte pone en marcha un mecanismo de destrucción inaudito.

 

Por Ernesto Bottini

 

Dos mil quinientos años tiene la obra de Sófocles y el mito del que procede hunde sus raíces en prácticas de enterramiento neolíticas (según estudios recientes incluso podría tratarse de rituales ya presentes en especies humanas extintas). Su agencia es parte nuclear del repertorio básico de las narraciones que conforman la cultura occidental, hasta el punto de que no hay ordenamiento jurídico que no contemple el derecho a la identificación de los cadáveres y a dar un entierro digno a los muertos, en la forma que decidan los familiares (ya sea religioso o profano). Es el derecho a disponer de los restos mortales. Este derecho tiene su aspecto ritual y simbólico, pero también tiene su costado material, no siempre fácil de resolver. A veces, de hecho, proporcionar el acceso a este derecho supone a la administración pública grandes costes económicos y un desarrollado y sofisticado despliegue técnico. Requiere conocimientos, experiencia y voluntad. Las formas en que el Moloch de los conflictos armados siembra el mundo de cadáveres son complejas y tienen siempre un espíritu cruelmente innovador.

 

El mito sobre el que trabaja la obra de Sófocles ha sido estudiado en profundidad por Steiner, retomado por Brecht, Cocteau, Marechal o Zambrano, y su influencia en la cultura contemporánea llega hasta Žižek o Gata Cattana.

 

La resistencia tenaz a la satisfacción de este derecho primordial por parte de las facciones vencedoras de los conflictos armados debe entenderse no solamente como una continuación de la guerra por otros medios o la oportunidad de infligir un último y extemporáneo sufrimiento a sus enemigos. Representa, sobre todo, una amenaza que trasciende las ideologías o las mieles coloristas de iconografía verbosa de la nación metafísica: toca el hueso de aquello que nos hace humanos. La historia de Antígona sirve, entre otras cosas, para funcionar como recordatorio de las fuerzas oscuras que puede desencadenar la disputa por el acceso a un ritual que hunde sus raíces en los orígenes de la cultura humana y que no ha perdido nada de su vigencia.