Historia del Círculo de LectoresEl surgimiento de los clubes del libro con vocación comercial a comienzos del siglo XX supuso un acontecimiento de importancia significativa para la evolución del mundo editorial, puesto que dichos clubes no solo rompían con el esquema tradicional en el proceso de producción, transmisión y recepción de un texto, sino que vinieron a cubrir un vacío cultural, al dirigirse inicialmente a un potencial público lector que, por diversos motivos, no podía acceder a los puntos de distribución habituales, como son librerías y bibliotecas. La creación de Círculo de Lectores en España durante 1962 no fue una excepción a esta premisa, ya que el club se orientó particularmente hacia la clase media que comenzaba a surgir en aquel momento, a raíz del incipiente desarrollo económico que experimentaba el país.

 

Por Raquel Jimeno

 

 Esta clase media veía en la cultura una oportunidad de mejora social y personal, por lo que Círculo de Lectores, a través de la comodidad de su sistema puerta a puerta y la selección previa de un catálogo, supuso el vínculo fundamental con la lectura para un gran número de familias.

 

A lo largo de su historia, Círculo de Lectores empleó una serie de estrategias con el fin de crear una imagen sólida y un espíritu de club, del que se sintieran partícipes los socios y resultara atractivo para conseguir nuevas suscripciones, y lograr así una permanencia mayor del cliente. Estas estrategias de captación y fidelización, compartidas por gran parte de los clubes del libro de todo el mundo, pronto dejaron de perseguir en Círculo fines meramente comerciales,  para  aspirar,  a partir  de la llegada de Hans Meinke a la dirección  del club desde 1981,  a lo que es la característica definitoria  del club y su mayor  aporte  editorial  y social: la vocación cultural.  En su propósito de dotar al club de una  imagen y unos objetivos  que buscasen  una excelencia cultural  no necesariamente reñida  con la rentabilidad económica,  Hans  Meinke  aglutinó  en torno  a sí a una  red de artistas  y escritores  cuya vinculación  con Círculo  de Lectores  no se limitaría  a la realización  de proyectos conjuntos, sino que sus opiniones  y sugerencias fueron  muy valoradas por el propio  Meinke a la hora de tomar  decisiones relativas a Círculo.  Las ediciones resultantes  de dichas colaboraciones son, por su calidad,  un referente  ineludible  dentro  del panorama de la edición  española,   a  la  vez que  impulsaron notablemente, sobre todo desde la última parte de los años ochenta  del siglo pasado, la producción del libro ilustrado en España.

 

Para  abordar un estudio  como  el que nos proponemos, compuesto  por una amplia  diversidad  de aspectos  que abarcan varias disciplinas  (historia,  filología,  sociología,  etc.), partiremos de los presupuestos teóricos propios  de la llamada Historia Cultural. Surgida en los años cincuenta  del pasado  siglo y revitalizada tres décadas después, ella trajo como consecuencia la conciencia de interdisciplinariedad dentro  de los estudios históricos,  al abarcar el interés de los investigadores  toda la gama de la actividad  humana (Burke, 2000: 19). Dicha interdisciplinariedad será, por tanto,  un punto  de partida indispensable si queremos  realizar  un trabajo no sesgado, que tenga en cuenta la interacción de la totalidad de elementos que conforman el mundo  del libro a través de la producción de textos e imágenes,  sus condiciones  de distribución y la recepción  de un público lector. Así, según Roger Chartier, “el historiador debe poder asociar  en un mismo proyecto  el estudio  de la producción, de la transmisión y de la apropiación de los textos.  Lo que significa vincular en una misma aproximación la crítica textual,  la historia del libro y, más allá de lo impreso o de lo escrito, la historia  de los públicos y de las recepciones” (2000: 19).

 

Por  su parte,  resultan  imprescindibles para  la metodología de este trabajo los aportes del sociólogo francés Pierre Bourdieu, quien acuñó  el concepto  de campo  de producción cultural (ya sea literario, artístico, intelectual, etcétera) para referirse a “un ámbito autónomo, que adquiere independencia en un momento concreto en una determinada cultura  y genera sus propias  convenciones culturales” (cit. en Burke, 2005: 77). Así, estos campos de producción cultural  se organizarían “según  un principio  de diferenciación que no es más que la distancia  objetiva  y subjetiva  de las empresas  de producción cultural  respecto al mercado  y a la demanda expresada o tácita,  ya que las estrategias  de los productores se reparten entre los límites que, de hecho,  no se alcanzan  nunca,  la subordinación total y cínica a la demanda y la independencia absoluta respecto al mercado  y sus exigencias”  (Bourdieu,  2002:  213-214). Por  otro lado, Bourdieu  considera  capital no solo a aquellos elementos  materiales, de infraestructura o intercambiables que implican riqueza, sino que concibe la idea de capital simbólico  (prestigio artístico  inmaterial) como aquel que se opone y complementa al capital económico; ambos se hallan en la naturaleza de los productos culturales, mediante  los que contribuyen a crear un poder social. De esta manera, el campo artístico, el literario  y cualquier  otro de los campos culturales  es el resultado de un equilibrio  continuo entre tensiones resultantes  de la competencia de los diversos agentes e intereses.

 

Por último, en relación también con unos planteamientos teóricos que parten  del estructuralismo, pero que han sido progresivamente ampliados y enriquecidos, cabe destacar  la labor  del historiador israelí Itamar Even-Zohar. Con la teoría de los polisistemas, Even-Zohar se propuso argumentar que la literatura –y, por extensión, el arte– no debe estudiarse  como una actividad  aislada,  sino integrada en un conjunto en el que también  se incluya  cualquier fenómeno  que la condicione.  Esta integración de elementos  particulares  en otros  más amplios  es válida  tanto  para  el proceso  de producción, distribución y recepción que sigue el libro como para englobar  el polisistema  literario  dentro  del polisistema  cultural:

 

La concepción de la literatura como  una  red de elementos  interdependientes en la cual el papel  específico de cada elemento viene determinado por su relación  frente a los demás.  Bajo esta perspectiva, que podemos denominar “funcional”, se intenta  dar cuenta de todos los factores que conforman el sistema literario, así como de las distintas  actividades  y procesos  sociales que en él tienen lugar.  (cit. en Iglesias, 1999: 9)

 

El estudio de elementos culturales entendidos como sistema contribuye, así, a visualizarlos  de manera  que se trascienda su concepción como un mero repertorio de datos,  poniendo el énfasis en las relaciones  que se establecen  entre dichos elementos.  En el caso de Círculo de Lectores, trataremos de ver, a lo largo de los siguientes capítulos, de qué manera  los factores  externos,  tanto  económicos –propios  de toda empresa sometida  a las leyes del mercado–  como sociales  y culturales,  interactúan con  el proceso  de legitimación política  y cultural  inicial del club y, más adelante,  a partir  de la llegada de Hans Meinke,  con la conformación de una red de intelectuales, escritores y artistas  que consolidan la identidad colectiva de socios y colaboradores, así como la repercusión cultural  de los proyectos  emprendidos.

 

Ficha:

Círculo de Lectores. Historia y trascendencia de un proyecto cultural

Raquel Jimeno

Editorial Ampersand

Prólogo de Ignacio Echevarría