Joyce Carol Oates y la imaginaciónLa literatura es una expresión del espíritu humano que se codifica y se formaliza. Tiene sus orígenes en la cultura oral, en el hecho de que las personas piensen y se pregunten acerca de las estrellas y el origen de la vida. Probablemente se atribuye el origen de la existencia a algún tipo de dios o creador, y la literatura evolucionó a partir de esa tradición oral de manera muy natural, una maravilla natural. En la literatura formal, la cultura se establece históricamente: hay un lenguaje escrito y tenemos la evolución lenta de los libros publicados. Esencialmente vivimos en estado de misterio y nos interrogamos acerca de la naturaleza de nuestra existencia. La literatura es la expresión formalizada de ese asombro que comienza en los primeros años de la civilización, incluso antes que existiera la literatura.

 

Por Joyce Carol Oates

 

De la época de los libros y las bibliotecas, ahora vivimos la revolución digital, una enorme cantidad de información digital que está disponible para todos. Así que este largo registro de nuestra historia, de nuestra fascinación por nuestro origen, ahora se establece de manera objetiva. Pero todo comenzó solo personas que hablaban, contaban historias y luego formó parte de nuestra cultura.

 

La función de la imaginación es central para todo tipo de creatividad. No sólo para la literatura o el arte, sino en la ciencia, las matemáticas, en la música, en cualquier empresa que se proponga el espíritu humano. La imaginación es el combustible, la energía, es como la luz del sol; y tiene distintas formas: podemos imaginar otras personas, otras personalidades, otros mundos. Incluso podemos observar este mundo como un misterio, como hacen los científicos. La mayoría de las personas cuando observan el mundo solo lo ven como es, pero los científicos o los artistas observan el mundo y se preguntan cómo llegamos hasta aquí, cuáles son las causas y hacia dónde vamos. Esas son las antiguas preguntas de la imaginación.

 

Los libros que transformaron mi vida

 

Creo que la expresión artística del espíritu humano siempre ha transformado a las personas, pero también expresa la transformación. La pintura, por ejemplo, representa y plasma algo que está en la mente de alguien. Y luego tenemos una pintura que al observarla podemos ver la imaginación del artista. La función de literatura comenzó con las preguntas sobre el universo, y también la atraviesa como un elemento de fervor religioso. Si bien la religión no se supone a sí misma como mitológica o metafórica -las personas religiosas no piensan que están hablando de algo metafórico cuando hablan de Dios-, pero podría considerarse como otra expresión de la imaginación humana: la creación de dioses, religiones y deidades.

 

Todas estas creaciones modifican, transforman a las personas definitivamente, en especial a nivel del individuo. La literatura, como la música y la poesía, afecta o tiene una influencia particular en los individuos. Si querés afectar o llegar un grupo más grande, tenés que hacer algo más directo. Hoy en día, por ejemplo, con la televisión o los discursos de los políticos que son televisados o la publicidad que intenta cambiar el comportamiento de las personas en la cultura del consumo. Pero el arte transforma las personas de manera individual. Un poeta espera que su público sea bastante pequeño, pero las personas pueden entusiasmarse o emocionarse mucho, por ejemplo, con la obra de Neruda, Cavafis, Shakespeare, Tolstoi, Emily Dickinson o Walt Whitman. Todos estos individuos son tan importantes y maravillosos, especiales y únicos que afectan más individuos que agrupaciones de personas.

 

El libro que cambió por completo mi vida fue Alicia en el País de las Maravillas y Alicia a través del espejo, fueron mis primeros libros. Me los dio mi abuela cuando tenía ocho o nueve años, era muy pequeña. Crecí en una granja y mi abuela paterna me los dio. Yo ya sabía leer y me transportó a otro mundo, tan distinto a mi vida en la granja y tan maravilloso. Devoré ese libro muchas veces, lo memoricé sin intención de hacerlo, podía recitar los poemas, estaba fascinada. Y comencé también mi propio libro con dibujos, tratando de imitar Alicia en el país de las maravillas. Así que fue el primer libro real de mi vida y creo que la lección de Alicia es que la imaginación es abrumadora. Lewis Carroll era maravilloso, muy gracioso pero también muy oscuro. Y Alicia, que solo tiene siete años en la historia, es muy escéptica de los adultos. Ella observa a los adultos y piensa "no creo en lo que dicen". Así que fue un retrato fascinante de una niña muy fuerte que se enfrenta a los adultos. A la edad de ocho o nueve nunca había conocido ningún niño que pudiera ser escéptico con respecto a los adultos. No había conocido a ningún niño como Alicia. Así que leer sobre ella y el País de las Maravillas fue increíble.

 

Cuando estaba en la secundaria y tenía catorce o quince años descubrí a Ernest Hemingway. Leí sus primeras historias, que son bastante distintas de su obra posterior, de sus novelas más famosas. Los cuentos que escribió cuando tenía veintipico de años me parecieron transformadores. Así que cuando tenía esa edad tuve esa influencia y estaba sorprendida por el estilo Hemingway. No tanto por su temática, pero sí por su estilo, el lenguaje que utilizaba, la habilidad narrativa, su minimalismo fue y sigue siendo muy importante para mí.

 

La literatura comienza con un estado de misterio

 

Pienso que la soledad da origen a la literatura y otras veces que puede ser un impedimento. A veces en nuestras vidas nos encontramos solos, y no siempre la soledad implica estar sola: podés estar sola dentro de una gran familia, o en un matrimonio, si no funciona. Pero para ser un buen artista, una buena escritora, tenés que pasar inevitablemente tiempo en soledad. Si tenés una familia muy ruidosa y numerosa y también tenés un empleo, tenés que encontrar el tiempo en el que puedas entrar a tu estudio y cerrar la puerta. Emily Dickinson hablaba de cerrar la puerta al final del día. No tenía privacidad durante el día con su familia. Pero por la noche, cuando iba a su habitación, tenía un pequeño escritorio y trabajaba allí en su poesía a la medianoche, en soledad.

 

Creo que cualquier tipo de arte implica soñar despierto. Tal vez soñás de noche, te despertás por la mañana y estas en estado de asombro. Para mí la literatura empieza con un estado de misterio. Te preguntás ¿por qué eso sucedió de ese modo?, ¿quién es esa persona? Y si conocés a alguien que te genera una impresión, tal vez sientas que esa persona es una figura misteriosa, y querés comprender a esa persona. Creo, por ejemplo, que Tolstoi escribió La guerra y la paz, debido a su gran obsesión con Napoleón. Él se preguntaba acerca de esta figura, estaba obsesionado con Napoleón como Gran General y deseaba criticarlo. Si Napoleón no hubiese sido una gran obsesión para Tolstoi, no hubiese escrito La guerra y la paz. Y creo que todos los escritores están dominados por cierta obsesión o un evento en su vida. Para muchas personas que atravesaron la guerra, esos eventos terribles van a regresar y van a sentir que deben escribir sobre eso, porque es abrumador. Si el amor es decepcionante o termina mal, algunas querrán escribir sobre un matrimonio que no funcionó, un amor que no funcionó, que parecía tan perfecto, y de repente algo sucedió. Este es el elemento del misterio.

 

¿Por qué nos necesitamos las unas a las otras?

 

Es una pregunta muy compleja, difícil de responder porque los diferentes grupos de mujeres vivimos en culturas muy diferentes. Estoy abrumada por la pregunta sobre qué podemos hacer, qué resta por hacer. En mi país, las mujeres desde los años sesenta escribieron de manera consciente sobre temática feminista y también las mujeres gay y lesbianas han definido su propio Ethos, su propia mitología, de forma un poco separada al feminismo mainstream, pero conectado igual. En el arte y la literatura todas las mujeres se han preocupado por la violencia contra mujeres y las niñas. Yo comencé a escribir sobre el tema cuando era joven, tenía veintipico de años. Escribí mucho sobre niñas y adolescentes lidiando con sobre un mundo potencialmente violento contra las mujeres, y cómo es necesario que las mujeres y las niñas se unan. No tengo dudas de que debe existir una sororidad: las personas aisladas son víctimas, las personas que se unen con otras son mucho más fuertes.

 

Tengo una novela que se llama Foxfire: confesiones de una banda de chicas protagonizada por chicas de secundaria que forman una banda para fortalecerse porque han sido víctimas de otros chicos, incluso de hombres adultos. Esta novela fue muy popular dentro de ciertos círculos feministas. Incluso conocí personas con el tatuaje Foxfire porque significaba algo para ellas. Así que la literatura nos enseña que necesitamos a otras personas, a otras mujeres y niñas, necesitamos vivir con sororidad, no deberíamos vivir aisladas o solas. No hay que culpar a las víctimas, hay que intentar entenderlas y ayudarlas. La literatura feminista propicia eso. Tengo una novela llamada Un libro de mártires americanos en la que hay dos mujeres jóvenes que provienen de dos culturas muy diferentes y ellas se abrazan en la última línea del libro porque ambas sufrieron mucho. En la última línea del libro no quieren estar alejadas. Entonces la metáfora es que nos necesitamos las unas a las otras.

 

Muchas cosas han cambiado en nuestra cultura, en Estados Unidos. Creo que el cambio más profundo tiene que ver con el feminismo y el auge de la identidad étnica. Tenemos una cultura de literatura negra y afroamericana, que es muy importante, sobre todo después de la segunda mitad del siglo XX. Por ejemplo, Toni Morrison, que ganó el premio Nobel, llamó la atención al elemento de la raza y el racismo en Estados Unidos. Y tenemos el movimiento de gays y lesbianas que también corresponde a finales del siglo XX, que establece una literatura independiente y una cultura propia. Es interesante también la literatura de identidades étnicas, por ejemplo, escritores chino-estadounidenses como Amy Tan o indio-estadounidense como Jhumpa Lahiri. Todos ellos están combinados porque mi país es muy diverso. Entrás a una librería y ves todos estos géneros que se superponen. La literatura es muy rica y diversa, pero todo esto es parte de la segunda mitad del siglo XX. Antes de eso no existía literatura de las mujeres o feminista ni de gays ni de lesbianas en las librerías. Sólo había literatura de ficción escrita por hombres blancos.

 

No sé si esto cambió mi carrera, porque los escritores o artistas que eran hombres blancos eran los mainstream. Pero otras mujeres que estaban en los márgenes como Eudora Welty, Flannery O’ Connor, Edith Wharton, Elizabeth Bishop fueron importantes para mí. En Inglaterra también había escritoras maravillosas desde el comienzo de los tiempos, como Jane Austen -que siempre fue reconocida como una gran escritora-, también George Eliot era una gran escritora, o Charlotte y Emily Brontë. Es decir, en Inglaterra siempre hubo una historia de mujeres fuertes, pero no así en el Estados Unidos del siglo XIX. Y aún avanzado el siglo XX, los escritores hombres blancos siguieron siendo los mainstream. Recuerdo a la escritora Willa Cather, quien escribía con el seudónimo de Will; ella era una figura de transición, era mujer pero era lesbiana y no se preocupaba tanto en los temas de las novelas de mujeres. Ella escribía temas que les pertenecían a los hombres también. Así Willa Cather es una figura de transición, si bien era mujer se le permitía ser parte del mainstream, una excelente escritora.

 

La transformación como columna vertebral de la literatura

 

Creo que -como a todos los escritores- me gusta escribir porque amo el lenguaje y me da mucho placer leer algo que está bien escrito. Por ejemplo, mencioné que estoy dando clases en Princeton y en NYU, y cuando recibo material de mis alumnos a veces es tan bueno que me siento realmente feliz. O tal vez estoy leyendo una revista como The New Yorker y leo un poema o un cuento de alguien que no conozco y me genera mucha felicidad leer algo que es nuevo y espero tener la misma experiencia con mi escritura. A veces trabajo mucho en una hoja y la mañana siguiente la vuelvo a leer y pienso que es relativamente bueno, y siento una chispa de entusiasmo y de esperanza. Creo que todos tenemos este momento de sorpresa y de felicidad a través de una oración, de un diálogo, de un personaje, una historia o un final sorpresivo. Tal vez es la emoción de algo profundo. Puede ser una tragedia, las obras a veces son muy profundas y oscuras, pero también muy bellas.

 

Estaba pensando en ese tema de cambio y transformación y creo que nuestras vidas son un proceso de cambio y transformación constante. No una, sino muchas veces. Cuando sos un niño en algún punto te volvés un adolescente y llegás a una nueva etapa y la literatura siempre refleja eso. En Estados Unidos hay una literatura juvenil muy buena que les habla a los niños que se están volviendo adolescentes. Tenemos una literatura juvenil para adolescentes más grandes. Y también tenemos literatura para personas que están saliendo al mundo, tienen hijos, consiguen un empleo, forman una familia también hay literatura sobre eso. Sobre la experiencia de ser viudo o viuda, hay muchas memorias sobre eso. Así que el cambio y la transformación son como el esqueleto, la columna vertebral de literatura.

 

Y de cierre, un poema

 

“En sus hamacas tejidas con cáñamo leen The Nation”

 

Esta es la temporada en la que los maridos yacen

en sus hamacas tejidas con cáñamo por última vez

leen The Nation bajo la luz otoñal que se acaba

antes de que las sombras suban de la tierra

antes de que el no-saber si alguna vez la tierra

volverá a girar sobre su eje hacia la luz, el gran fuego

de la luz, si devolverá a los maridos a la luz

en sus hamacas tejidas con cáñamo leyendo The Nation.

 

Texto de presentación de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires (Filba) del año 2020.

 

Traducción del poema: Gabriela Adamo. Poema publicado originalmente en The New Yorker.

 

Fuente: Eterna Cadencia.