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La misión es involucrarnos


Publica Página/12


 Por Michael Moore *

 

Nueva York tiene ocho millones de habitantes; un millón vive en la pobreza. Es una vergüenza. Y, sin embargo, el sistema no se detiene aquí. No importa cuánta vergüenza podamos sentir; la maquinaria va hacia adelante, para hacer más dinero. Nuevas maneras de trampear con las jubilaciones; de robar aún más. Pero algo está sucediendo en Liberty Plaza.

 

Estuve en Liberty Plaza para realizar un par de notas. Y volveré. ¿Sabías? Están haciendo un gran trabajo ahí. Y están recibiendo aún más apoyo. La otra noche, el sindicato de empleados de transportes –los conductores de ómnibus, los conductores de la metropolitana– votaron con entusiasmo para sostener la protesta. Hace tres días, 700 pilotos de línea –sobre todo de United y Continental– marcharon por Wall Street. No sé si hubo alguna forma de ver esto en televisión. Sé cómo estuvo la cobertura aquí; se mostró a unos pocos hippies que tocaban sus tambores –las cosas típicas que buscan los diarios–. Por favor: ¡que Dios bendiga a los hippies que tocan sus tambores! Pero es la razón por la que “ellos” quieren que se vea sólo esto. Y ahora yo les digo lo que vi en aquella plaza. Vi jóvenes, vi ancianos, vi gente de todo tipo y de todos los colores y todas la religiones. Vi también a la gente que vota por Ron Paul (el candidato presidencial ultraconservador que quiere abolir el Banco Central). Quiero decir, era un grupo de gente de todo tipo. Estaban los enfermeros en esa plaza. Estaban los maestros en esa plaza. Gente de todo tipo.

 

Hoy martes habrá una nueva manifestación: también los conductores de ómnibus y de la metropolitana marcharán por Wall Street. Yo escuché decir que la UAW (el sindicato de los obreros del automóvil) está pensando en algo parecido. Piensen, su peor pesadilla se convierte en realidad. ¡Los hippies y los obreros del automóvil que marchan juntos! La gente entendió. Y toda esta historia sobre las divisiones internas y esto y lo otro: a la gente no le importa más. Porque esta vez se trata de sus propios hijos que corren el riesgo de no poder ir más a la escuela. Esta vez se corre el riesgo de quedarse sin techo. Esto es lo que en verdad está en juego.

 

Pero lo que me parece más extraño y bizarro, de los ricos, es cómo habían decidido excederse tanto. Quiero decir: les iba todo muy bien. No, para ellos no era bastante. Por los nuevos ricos no era bastante. Los nuevos ricos que no hicieron su fortuna gracias a una buena idea. Ni a un invento. Ni con su sudor. Ni con su trabajo. Los nuevos ricos que se enriquecieron con el dinero de los otros; con el que jugaron como si fuesen al casino. Dinero más dinero. Y ahora nos encontramos con una generación de jóvenes para los que los héroes a los que emular son aquellos de los canales de televisión de negocios: aquellos que se enriquecieron haciendo dinero sobre aquellos que hacen dinero.

 

Pero, ¿cuánta necesidad tendremos de jóvenes que se pongan a trabajar para salvar a este planeta? Para encontrar la cura a todos estos males. Para encontrar una manera de llevar agua y servicios higiénicos a los millares de personas sobre esta tierra que no los tienen.

 

Esto es lo que querría. Que en lugar de que las 400 personas más ricas de este país tengan más riqueza, sean los 150 millones de estadounidenses todos juntos los que estén mejor. Dirán, es una de esas cifras que Michael Moore tira por ahí. Pero es una estadística cierta: verificada por Forbes y por PolitiFact. ¡Las 400 personas más ricas de este país, son más ricos que los 150 millones todos juntos! Pero esto no se puede llamar democracia. La democracia implica una suerte de igualdad: yo no digo que cada pedazo de la torta debe ser de la misma medida, pero ¿no nos fuimos mucho más allá?

 

Ahora está esta buena noticia. Porque hasta que alguno desafíe a nuestra democracia –mientras que la Constitución se mantenga intacta–, querrá decir que cada uno de nosotros tendrá el mismo derecho de voto que los señores de Wall Street: un voto por persona. Y ellos podrán comprar todos los candidatos que quieran; pero su mano guiará a nuestra mano cuando estemos en el cuarto oscuro. El mensaje de gritar fuerte es hacer llegar a los millones de personas que se dieron por vencidas –o que fueron convencidas por ignorancia–. Lograremos hacer llegar nuestro mensaje que para aquellos 400 será la peor de las pesadillas. Porque lo único que saben hacer bien son las cuentas. Nosotros somos muchos más que ellos. Depende sólo de nosotros. Basta de despertarse a la mañana y decir “Ok”. Ahora basta. Decidí involucrarme. Esta ahora es nuestra misión, involucrarnos. Por eso les digo: apoyen la protesta de Liberty Plaza.

 

* Durante la presentación del último libro de Moore en ST. Mark’s Bookstore.

Traducción: Celita Doyhambéhère.


Hervé Kempf: "Abandonar la televisión es una medida para salir del sistema"

 

De visita en Buenos Aires para presentar sus dos libros Para salvar el planeta, salir del capitalismo y Cómo los ricos destruyen el planeta, el periodista de Le Monde expuso en esta entrevista su mirada sobre la llamada "crisis financiera", explicó por qué el mercado no debe regular todas las actividades sociales y que todo el que lea esta nota está haciendo política.

 

Publica Suplemento Ñ

 

Por Andrés Hax

 


 Juzgando por las meras apariencias sería imposible adivinar que Hervé Kempf —periodista francés de Le Monde— es un furioso militante intelectual en contra del capitalismo. En realidad, es más factible confundirlo con un sereno hombre de negocios antes que con el autor de libros con títulos rimbombantes como Para salvar el planeta, salir del capitalismo o Cómo los ricos destruyen el planeta. Fue a propósito de la presentación de estos dos títulos, publicados en Argentina por Capital Intelectual, que Kempf estuvo de visita en Buenos Aires. Hablamos con él en el bar de un hotel a pasos de Suipacha y Arroyo –en el corazón de uno de los barrios más exclusivos y elegantes de esta  gigantesca ciudad.

 
P- En Para salvar el planeta… plantea la necesidad urgente de cambiar los hábitos del mundo industrializado. ¿Cuánto tiempo nos queda antes de cruzar un punto de no retorno?

 

R- No puedo contestar esta pregunta con mucha precisión, pero lo que yo entiendo —por lo que dicen los expertos en el clima— es que no nos queda mucho tiempo. Más allá de los cálculos muy precisos, más o menos tenemos hasta el 2020 para haber reorientado nuestra economía y las emisiones de gases que causan el efecto invernadero. Tenemos diez años para cambiar. No cambiar completamente pero sí la dirección general en la que vamos.

 

P- Hace una descripción muy enfática de la mala distribución de la riqueza y los males que esto provoca… ¿Cómo se cambia esto? ¿Los ricos van a resignar su fortuna?

 

R- No. No harán.

 

P- Entonces, ¿qué se hace?

 

R- Hacemos lo que hacen las personas en Chile; en Túnez; lo que hacen en Egipto. Eso es lo que tenemos que hacer. Y otra forma más pacífica para cambiar las cosas es empujar para que se dicten nuevas reglas para los bancos (tenemos que volver a tomar el control de los bancos); nuevas reglas para la cobranza de impuestos; nuevas reglas sobre la protección de la ecología. De hecho, esto esta comenzando a pasar. Porque la crisis del 2007, lo que se designa comúnmente “la crisis financiera” es un gran momento de transformación y de mutación de nuestros tiempos. Las cosas van a cambiar. Está muy claro que el debate en Europa ahora es fundamentalmente sobre retomar el control de los bancos y hacer que vuelvan a servir ael interés público. También se está comenzando a discutir el impuesto sobre los ricos.

 

P- Luchar contra el capitalismo suena como una tarea tan gigantesca... ¿cuál sería una forma concreta de esta lucha?

 

R- Una cosa muy fácil de hacer —no es fácil en los primeros días, como dejar de fumar— pero una cosa muy buena y eficiente para ser libre es apagar la televisión, tirar la televisión a la calle y olvidarse de ella y comenzar de vivir sin televisión. Eso es una forma bien concreta y eficiente para que un individuo empezar a cambiar.

 

Algo interesante es que el capitalismo en su última etapa, en los últimos 30 años, ha privatizado más y más áreas de actividad social. Privatizó el sexo, privatizó el deporte… Y usó la televisión para controlar las mentes de las personas y para empujar a la gente hacia este tipo de actividad. Y hacerles creer que la política y los temas técnicos no son muy interesantes. Está muy claro que la oligarquía dentro del capitalismo siempre ha intentado controlar la televisión. Saben que es la manera más eficiente de controlar la mente de las personas.

 

Antes, la interacción social se realizaba en cafés, en familia, en la iglesia, en el sindicato, en la calle… Las cosas eran más vividas. Ahora estamos en una situación en la cual en todos los países la gente ve por lo menos tres horas y media de televisión por día. Esto quiere decir que todos nuestros hermanos y hermanas están siendo controlados por la televisión.

 

Me sorprendió mucho ver en Chile y en Argentina televisores en los cafés. Es muy paradójico, porque uno va a un café, tradicionalmente, por motivos sociales, o para estar solo y escribir y soñar o para mirar a las chicas o escuchar las otras conversaciones... Pero ahora los espacios públicos que está construyendo el capitalismo son siempre ruidosos, siempre llenos de música, siempre con televisión. Entonces, abandonar la televisión es una medida para salir del sistema. Pero también valdría la pena cuestionar si la televisión y la publicidad deberían debatirse políticamente. No se cuáles son las soluciones exactas, pero lo que sí sé es que podríamos debatir todo este tema como un tema público. La televisión es realmente un problema político.

 

P- Hace una distinción entre el capitalismo y el mercado libre. ¿Puede explicar cómo es esta diferencia?

 

R- Baso mi argumento en historiadores como Fernand Braudel y Karl Polanyi. Ellos analizan el capitalismo como la extensión del principio del mercado libre hacia todas las facetas de la sociedad. No estoy en contra la economía de mercado. Creo que es útil para producir cucharas, relojes, papel, mesas, cámaras... muchas cosas. El comercio libre es algo útil, por más que las cooperativas también lo sean. Lo que digo es que en los últimos 30 años del capitalismo la economía de mercado libre se ha extendido a todas los campos de la actividad social. Y no creo que todas las actividades sociales deban ser regidas por el mercado. La ecología, por ejemplo, no puede ser dejada al mercado porque la tenemos que proteger. Los ecosistemas son un bien común. Lo mismo con la educación, que es tan importante para la sociedad que no la podemos dejar en las manos de los mercados; tiene que ser regido por el estado. Y cuando digo estado hablo de la expresión de la comunidad de ciudadanos en un sistema democrático. No estoy a favor de planificación estatal o que el estado controle todo. Lo que sí quiero es que el mercado se limite a funcionar en los lugares donde es más eficiente...

 

P- ¿Cómo logra que sus ideas se implementen? ¿Le interesaría estar en política?

 

R- Yo hago política. Soy un ciudadano. Esta conversación es hacer política. La gente que lee esta nota está haciendo política, porque está haciendo esto en vez de mirar el futbol… Pensar en las preguntas que tenemos en común, sobre el destino de nuestra sociedad, pensar sobre lo que es bueno y lo que no es hacer política. Y, por supuesto, la de un periodista es una especie de actividad política porque nuestra regla es ser testigos sobre qué está pasando y contárselo a los demás ciudadanos.

Pero, por otro lado, los libros, las ideas y los diarios son muy importantes. Y si podemos poner sobre la mesa la pregunta de interés público, cambiará la manera en la que los políticos toman sus decisiones.

La tercera idea es que ser un político requiere habilidades específicas. Yo no estoy en contra de los políticos, sino en contra del hecho que ahora muchos políticos son parte de la oligarquía y defienden los intereses del capitalismo. Pero necesitamos a los políticos. Necesitamos hombres y mujeres que sean capaces de entender la sociedad y los problemas del futuro y hacer las negociaciones correctas para tomar las decisiones colectivas correctas. Poder hacer eso es una habilidad específica. Yo puedo ser periodista y puedo escribir libros pero la política no es para todos.


“A ocupar Wall Street”
  

 

Publica Página/12

 

 Por Juan Gelman

 

Es la consigna de centenares de jóvenes –y no tan jóvenes– que desde hace dos semanas protestan en el Zuccotti Park, ex Liberty Plaza Park, en pleno centro financiero de Nueva York. La policía detiene a algunos, les rocía la cara con pimienta a otros, pero ellos no abandonan el lugar donde se reúnen y debaten qué hacer. Alzan carteles que dicen “Me gradué, no tengo trabajo” y están tan indignados como sus coetáneos españoles.

 

Los medios no les hacen mucho caso, el New York Times los tilda de actores de “un progresismo de pantomima”, pero los reclamantes viven en un país con 14 millones de desocupados según cifras oficiales (www.bls.gov, 2-9-11) o 34 millones según estimaciones europeas (www.eutimes.net, 6-3-11). En el extremo opuesto de la pirámide social, exactamente en la cúspide, se encuentra Bill Gates, el más rico de los 400 estadounidenses más ricos en la lista de Forbes, con bienes por valor de 54.000 millones de dólares (www.forbes.com/forbes400, 21-9-11). Los 400 tienen juntos más riqueza que 180 millones de sus conciudadanos juntos (www.politicalfact.com, 5-3-11) y su total, que asciende a 1,5 billón de dólares, aumentó un 12 por ciento respecto del 2010 (//blog.nj.com, 20/9/11). Decididamente, la crisis económica global tiene características especiales en la primera potencia del mundo. Y ciertas curiosidades.

 

Los CEO o directores ejecutivos de las grandes empresas reciben en promedio 11 millones de dólares anuales (www.aflcio.org/corporate watch, 2011) y aun ganan dinero ya en la tumba si fallecieron durante el desempeño de sus funciones. La familia de Eugene Isenberg, CEO de la Nabor Industries especializada en la perforación de pozos de petróleo, habría recibido 263,6 millones de dólares en concepto de compensaciones póstumas, incentivos, bonos y diferentes seguros de vida si Eugene hubiera muerto antes de que la empresa renegociara el trato (The Wall Street Journal, 10/6/08). Para Michael Jeffries, de la fábrica de ropa Abercrombie & Fitch, la suma concertada fue modesta: apenas 17 millones de dólares (www.marketwatch.com, 13/5/09). Huelga decir que no es la situación de muchos asalariados que mueren antes de retirarse, incluso en sus lugares de trabajo.

 

Pocas compañías estarían dispuestas a conceder compensaciones póstumas a las familias de sus empleados, por mínimas que fueran. Pasa lo contrario y es siniestro: hace años que las empresas estadounidenses conciertan seguros de vida para sus millones de operarios, obtienen así descuentos fiscales y embolsan el importe cuando alguno de ellos fallece. El Wall Street Journal narró el caso de la viuda de un empleado de banco que demandó al Amegy Bank de Houston reclamando los 1,6 millón de dólares que la entidad recibió por el seguro de vida de su marido, un seguro que los directivos habían contratado meses después de que lo operaran de un cáncer y que mantuvieron a pesar de haberlo despedido (//online.wsj.com, 24/2/09).

 

A poco más de un año de los comicios de los que espera salir reelecto, el presidente Obama presentó al Congreso un plan para reducir el déficit fiscal, que llegó a 1,23 billón de dólares en agosto pasado, es decir, el 8,5 por ciento del PIB nacional. El plan incluye un alza tributaria para los que tienen ingresos anuales superiores al millón de dólares: es la llamada “norma Buffet”, por el multimillonario Warren Buffet, que desde 2007 proclama que él y sus amigos “megarricos” suelen pagar menos impuestos que el ciudadano corriente y que, en consecuencia, habría que aumentarles la imposición fiscal. Es difícil que la aprueben los republicanos pero, aunque lo hicieran, el número de alcanzados por la norma llegaría al 0,3 por ciento de los contribuyentes y rala sería la recaudación posible en una década, estima el New York Times (17/9/11). Claro que, como movida electoral, no es mala.

 

El plan de Obama propone una inversión de 447 mil millones de dólares para crear fuentes de empleo, pero algunos especialistas no comparten el optimismo que despierta una proposición que tampoco goza del afecto de los republicanos. “Tiende más bien a conservar puestos de trabajo que a aumentarlos”, opinó el conocido estratega financiero John Hermann (www.bloomberg.com, 27/9/11). Contribuiría a crear o a mantener unos 280.000 empleos en los dos próximos años, cantidad muy exigua dada la desocupación imperante.

 

Por Internet se organizan y alimentan las manifestaciones de Zuccotti Park, como sucedió en Egipto, y el twitteo es la vía de contacto preferida. De la revolución egipcia han aprendido otras lecciones: el régimen de Mubarak bloqueó Internet con eficacia y un grupo de expertos y activistas está empeñado en generar redes alternativas para el caso de que algo similar eventualmente se produzca (//chronicle.com, 18/9/11). Con la ayuda de las nuevas técnicas, las redes sociales han adquirido un peso político notorio y bien lo saben quienes invitan a ocupar Wall Street.

 

Colaboramos con:

                               Concurso jóvenes talentos                                              Universidad Camilo José Cela