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"Hubo un tiempo en el que el mundo -asegura Garfield- funcionaba gracias al correo, en el que las cartas eran como un lubricante en la interacción humana y propugnaban la dispersión de ideas". Un tiempo que desde hace dos décadas agoniza a ritmo acelerado. Hoy ya sólo nos escriben los bancos o Hacienda.

"Posdata", aunque una celebración de lo pretérito, no es, sin embargo, un libro contra el correo electrónico, "tampoco va contra el progreso", recalca su autor, que no rehúye la melancolía cuando se formula preguntas como: ¿debería nuestra historia, la prueba de nuestra existencia personal, residir en un servidor (en una nave de paredes metálicas en mitad de una llanura estadounidense) o más bien donde siempre lo ha hecho, esparcida entre nuestras posesiones físicas?".

Garfield, en el pasado guionista radiofónico de la BBC y editor de la revista Time Out, además de autor de sendos libros sobre el mundo de la tipografía o el arte de la cartografía, publicados también en España, reflexiona acerca de lo que no duda en denominar pérdidas, las que a su juicio se han producido al sustituir las cartas por el correo electrónico.

Pérdidas derivadas también del hecho de prescindir de sellos y sobres, de plumas o bolígrafos, por usar tan solo "las puntas de los dedos, y no la mano" entera para escribir.

Un estudio dado a conocer estos días, realizado por IPSOS, asegura que el 75 % de los españoles ya no escribe a mano, y que con la llegada de los dispositivos móviles (teléfonos y tabletas), los bolígrafos han quedado obsoletos.

Así pues, tres de cada cuatro españoles escriben ya a diario con teclado, si bien la mayoría reconoce que todavía les emociona más lo escrito a mano. A mano, según el mismo estudio, ya sólo escribimos la lista de la compra (el 80 % de los encuestados) o corregimos textos (75 %), eso sí escritos previamente con un teclado. Ese porcentaje del 75 es mayor si los encuestados son solo jóvenes. Así el 91 % de los que tienen entre 16 y 24 años solo usa teclados para escribir. El 83 % asegura llevar encima un bolígrafo, aunque apenas lo utilizan.

Simon Garfield ha escrito una documentada historia sobre la correspondencia epistolar, desde los antiguos griegos y romanos hasta ayer mismo, en la que no escatima anécdotas, curiosidades, chismes y ejemplos concretos de un arte devorado por la digitalización de la comunicación. "La próxima generación -escribe Simon Garfield- creerá que el barco de vapor y el acto de lamer un sello son dos cosas equiparablemente antiguas".

Entre tantos y tantos ejemplos, las cartas de Séneca, que tomadas en su conjunto, advierte el escritor británico, constituyen el primer libro de autoayuda de la historia. O las de Petrarca, un turista pionero, a juzgar por el contenido de sus misivas, auténticas postales en pergamino, en las que describe sus viajes por Europa.

Cartas de amor regio, y un tanto paranoico, escritas de su puño y letra por Enrique VIII a su amada Ana Bolena, o las más lúbricas entre dos escritores y amantes: Arthur Miller y Anaïs Nin. O cartas "aburridas, cargadas de trivialidades y salpicadas de mala educación" de quien escribió apasionadas historias de amor, Jane Austen.

Y cartas estremecedoras, como las escritas por Virginia Woolf a su marido, Leonard, días antes de quitarse la vida. "Voy a hacer lo que creo que debo hacer. Me has dado la mayor de las felicidades posibles", se despide la escritora.



Ficha:

Simon Garfield
Postdata. Curiosa historia de la correspondencia
Taurus Ediciones, 2014

 

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                               Concurso jóvenes talentos                                              Universidad Camilo José Cela