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27 Abr 2024
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Por Esteban Peicovich

Durante años, el suyo fue el secreto poético polaco mejor guardado. No adrede. Era natural. Su obra (como la de otras pocas pájaras sublimes: Dickinson, Ajmatova, Tsvestáieva, Marianne Moore) fue siempre de almácigo propio. En su caso, a través de una diaria degustación e inmersión de y en palabras sueltas escuchadas en la calle. Y, ya en su cueva, su porfiado trabajo de alquimista. No de textos banales que dejan tonto al ojo. No la metáfora funámbula despeñada por exceso de talco. Lo de Wislawa era regresar con cosecha de tags, como del mercado con frutas. La dejaba latiendo en su domus para “más tarde”, cuando diera en gana, tejer y destejer a lo Safo los versos recogidos. Eso era “hacer poesía” para ella. Recoger sin red la indolente verba tribal y convertida en rizoma, darse en apasionada persecusión de sentido. Restos de conversación, comentario al paso o insolencias del poder, todo magma oral disperso que ingresaba en su oído “gran angular” pasaba a su bolsa y de allí a la huerta de palabras en reanimación. Una obra personal que aunó a los críticos en estos adjetivos: única, singular, independiente. Y a su traductor alemán Karl Dedecius a decir: “Szymborska es ante todo originalidad. En su obra es imposible encontrar rastros de otros poetas o autores. Ella es ella. La lengua sencilla aportando la imagen asombrosa a la belleza del poema.”

En "Asombro", poema de 1972, aborda con preguntas el sitio que le toca en el mundo: “¿Por qué demasiado una persona?/ ¿Esta y no otra? ¿Y qué hago yo aquí?/ ¿Un día que es martes? ¿En casa y no en un nido?/ ¿En piel y no en una cáscara? ¿Con un rostro y no una hoja?/ ¿Por qué sólo una vez personalmente?/ ¿Precisamente en la tierra? ¿Junto a la pequeña estrella?/ ¿Después de tantas eras de ausencia?”

Esta tendencia-estilo lo insinuaba ya la flamante filóloga cracoviana al titular Busco la palabra su primer libro en 1945. Su obra ocupa veinte libros. Doscientos poemas en cuarenta años. Viaje secreto y público, soterrado y aéreo a la vez, que prefiguró y acabó dando a Polonia su cuarto Nobel literario: Sienkiewicz (1905), Reymont (1924) y Milosz (1980). Si bien no hay canon absoluto, tiempo y obra sostienen a Wislawa, a quien la Academia Sueca otorgó el Nobel “por la irónica precisión con la que sus versos alumbran la realidad humana y el vigor antifundamentalista de su poesía”. La reflexión moral, lo aforístico, y sobre todo una piadosa y refinada ironía que nunca deja de convocar al yo y al nosotros a citarse allí donde temblor y rigor alcancen el grado “sentipensante”. Los poemas de “la Szymborska” instalan una emoción dúplice que decanta en una. De llorar y reír. A mi juicio, esto sólo lo pueden experimentar quienes tengan habilitado el sector angélico pelle d’oca en sus aparatos personales de vivir.



Wislawa Szymborska: The Happiness of Wisdom Felt. By Adam Gopnik

 

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