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27 Abr 2024
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Publica El Mercurio

Por Patricio Tapia

Mediador y jardinero

A Todorov se lo conoció en un primer momento por su antología sobre los formalistas rusos (domina el idioma ruso perfectamente) y una aproximación estructuralista, pero incluso esos trabajos de inspiración estructural suelen tener un giro inesperado; así, el más célebre de esos primeros libros es "Introducción a la literatura fantástica".

Si había servido como mediador (como con las teorías rusas de la literatura), luego se dedica a una serie de estudios sobre la diversidad cultural, con libros como "La conquista de América" sobre el encuentro, o más bien, choque entre los españoles y los mexicanos precolombinos. A los que agrega sus trabajos sobre el pensamiento francés: "Frágil felicidad", su ensayo sobre Rousseau. O sobre su experiencia del desarraigo en "El hombre desplazado", que comenzaba con una frase proustiana: "Durante mucho tiempo me he despertado con sobresalto".

Montaigne señalaba en uno de sus "Ensayos" (I , XIX) la idea de la vida humana como un "jardín imperfecto". Y en la aceptación de la imperfección -también uno de los libros de Todorov se titula "El jardín imperfecto"- ha girado parte de la obra del ensayista , o más bien en la convivencia entre "luces" y "sombras". Lo mismo puede escribir sobre el espíritu de la "Ilustración" que sobre las grandes tragedias del siglo XX: los campos de concentración o la experiencia totalitaria. En la zona gris, donde luces y sombras se mezclan, están las nociones de Todorov sobre la "banalidad del bien" y "la tentación del bien". La primera desarrollada en "Frente al límite", contrapone las virtudes heroicas con las cotidianas, en una argumentación que da una vuelta de tuerca a la "banalidad del mal" de Hannah Arendt: el mal y el bien radicales son escasos, la humanidad no se hunde por la falta de actos heroicos, sino por el olvido de actos mucho más elementales de ayuda.

Todorov ha escrito también sobre la historia de la pintura "Elogio del individuo", sobre el arte flamenco, o "Goya", con el pintor como un "ilustrado", pero que está "a la sombra de las luces": tan a la sombra que puede pintar -con el trazo afiebrado del expresionismo alemán del siglo XX- una atrocidad como "Saturno devora a sus hijos".

- Entiendo que usted estudió filología eslava en Bulgaria. ¿Por qué decidió marchar a París?

- "Porque en esa época (años 60), en mi pequeño país (Bulgaria), aislado de resto del mundo por la llamada, con razón, 'cortina de hierro', la reputación de París como 'capital de las artes y las letras' aún se mantenía. ¡Nada me parecía más deseable! Pero yo creía que iba a estar un año solamente. Las circunstancias decidieron otra cosa".

- Su pensamiento ha ido cambiando de objeto: de las teorías literarias a los campos de concentración, desde la conquista de América a Rousseau. ¿Considera que hay alguna perspectiva que unifique estos dominios?

- "Desde hace unos treinta años, persisto en los mismos cuestionamientos de orden moral y político a través de la historia intelectual y la historia de los acontecimientos, de la historia de la literatura y de la pintura. Los asuntos analizados han cambiado, es cierto. Como me he pasado mi vida profesional trabajando en un organismo de investigación, el Centre national de la recherche scientifique (CNRS, en París) y no en la universidad, he tenido la libertad de consagrar muchos años estudiando un nuevo terreno".

- ¿En qué momento se produjo el cambio de sus intereses desde el formalismo y la lingüística hacia cuestiones más generales y no formales?

- "Hubo un punto de inflexión en mis intereses hacia el final de los años 70. Hasta ese momento yo quería, sobre todo, dominar mejor el instrumento de análisis de los textos; a partir de ese momento, yo quise utilizar este instrumento para tratar los problemas que me parecían más importantes".

- ¿Considera que hubo un involucramiento personal cada vez mayor al escribir sus libros?

- "Las dos cosas van a la par, como creo ahora, pues en las ciencias humanas como en la historia, la identidad personal del investigador modula su trabajo. Desde 'La conquista de América' (1982), asumo mi presencia personal en mis libros, y he llegado a escribir una especie de autobiografía ('Deberes y delicias, Una vida entre fronteras', 2002). Pero mi profesión continúa siendo la de un historiador, en lo esencial hablo en mis libros de otros, no de mí".

- ¿Todavía se despierta con sobresaltos?

- "Si esto me sucede, no es sino porque tuve una pesadilla en la cual he regresado a Bulgaria, ¡y no puedo ya volver a salir! El régimen político ha cambiado en Bulgaria, he retornado muchas veces, mis miedos nocturnos también han cambiado".

- Según Albert Schweitzer, la felicidad no es más que buena salud y mala memoria. Pero seguramente esto no funciona para las sociedades...

- "Eso no garantiza nada a los individuos, tampoco. El olvido puede, a veces, ser preferible; como se dice, hay que 'dar vuelta la página', pero el aplastamiento, la represión de lo que hemos vivido, puede producir luego comportamientos neuróticos. La felicidad así obtenida arriesga ser de corta duración. Y lo mismo ocurre en las sociedades: la preocupación obsesiva por los momentos dolorosos del pasado puede ser perjudicial, pero el conocimiento de la verdad es preferible a las mentiras piadosas, pues se corren menos riesgos de caer de nuevo en los errores de ayer".

- Usted ha escrito sobre el abuso de la memoria. ¿Cuál sería su uso adecuado?

- "La memoria en sí misma, la evocación del pasado, no es ni buena ni mala, todo depende del propósito que perseguimos con esa evocación. Cuando la memoria se aprovecha para la venganza, la autopromoción, la obtención de privilegios, se puede hablar de abuso. Cuando se logra poner al servicio de la verdad y la justicia, el abuso desaparece".

- Sus ideas sobre la banalidad del mal y la tentación del bien son inquietantes...

- "La imagen maniquea de un mundo donde un muro infranqueable separa el bien del mal me parece aún más inquietante".

- ¿Cree usted que existe algún tipo de progreso moral en la humanidad?

- "El progreso moral existe en la vida de cada individuo, pero no creo que, tomados como un todo, nuestros ancestros del año 0 fueran moralmente peores (o mejores) que nosotros".

- ¿Qué prefiere: las luces o las sombras?

- "Lo que más me interesa es pasar de las unas a las otras, es no ignorar las unas a causa de las otras".

- ¿Cuál es la razón de que le guste tanto Goya?

- "Precisamente, Goya es ejemplar desde este punto de vista. Él es un hombre inmerso en los ideales de la época de las Luces o la Ilustración, pero, tal vez más que otros de sus partidarios, es sensible a las zonas de sombra en el interior de cada uno de nosotros. Por supuesto, también me gusta porque es un pintor que produjo imágenes de una fuerza extraordinaria".

- ¿Considera que la denominación "liberal" está hoy en día devaluada?

- "La palabra no significa lo mismo en los diferentes idiomas, lo que complica la respuesta a su pregunta. Hoy en día, en Europa, se entiende por liberalismo una cierta opción económica. Los liberales de los siglos XVII y XVIII defendían las libertades individuales, pero la economía no jugaba, necesariamente, un papel central".

- Si se le concediera un deseo, ¿qué es lo primero que se le viene a la mente?

- "Asegurarme el amor de mis cercanos".



Del estructuralismo a la pintura

Tzvetan Todorov (1939) se licenció en la Universidad de Sofia en 1961 y completó sus estudios en París, donde vive desde 1963. Conoció a Gérard Genette, quien lo puso en contacto con Roland Barthes (con quien se doctora en 1966). Desde entonces se integra en el centro de la vida cultural francesa: publica en las ediciones Le Seuil, colaborando en revistas como Tel Quel o Communications.

Su antología de los formalistas rusos se publicó como "Teoría de la literatura" (1965). Otros libros son: "Introducción a la literatura fantástica" (1970), "La conquista de América" (1982 / Siglo XXI, 1987), "Frágil felicidad" (1985 / Gedisa, 1987), "El jardín imperfecto" (1998), "El espíritu de la Ilustración" (Galaxia, 2008). Sus reflexiones sobre las tragedias del siglo XX: "Frente al límite" (1991) o "Memoria del mal, tentación del bien" (2000), "Los abusos de la memoria" (2004) y "La experiencia totalitaria" (2009 /Galaxia, 2010). Tiene una suerte de memoria del exilio en "El hombre desplazado" (1996; Taurus, 1997). Ha escrito sobre historia de la pintura "Elogio del individuo" (2000 / Galaxia, 2006), o "Goya" (Galaxia, 2011). No ha abandonado lo literario: en "La literatura en peligro" (2007/Galaxia, 2008) previene contra un enfoque excesivamente formalista como uno de los factores de la debilidad de la literatura en el mundo actual (habiendo sido él uno de los difusores del estructuralismo, comienza explicando las razones de su apuesta inicial y la forma de su evolución posterior). En "Los enemigos íntimos de la democracia" (Galaxia, 2012) se pregunta sobre algunos problemas de ella -en sus libros siempre la ha defendido- pues, en ocasiones, puede disfrazar de bien el mal, o el justificar cierta violencia.

 

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