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Publica El País (Uruguay)

Por Gabriel Gargurevich Pazos

Un chamán. Vivir no es igual que existir; la vida es como un nudo, donde hay quietud y dinamismo, hermetismo y apertura; sincretismo, totalidad, continuidad y búsqueda; finito e infinito. El nudo: basta que haya un impacto entre dos seres para que se genere un entrelazamiento. Todo implica una red existencial. El hombre es una metáfora del nudo; un punto de convergencia con influencias culturales que se entrelazan. El nudo evidencia sus influencias del mundo occidental, oriental (por el budismo Zen) y precolombino. El poeta es visto como un chamán; la poesía, como un camino hacia la iluminación.

Sobre esto disertaban Alex Morillo y Andrea Cabel, dos poetas peruanos especialistas en Jorge Eduardo Eielson, el pasado 13 de abril, día en que el artista más completo del siglo XX peruano habría cumplido 87 años, de no ser por un cáncer que acabó con su vida en Milán, Italia. Sin embargo, en este homenaje que se tituló "Cuerpo Infinito" y que se llevó a cabo en la Casa de la Literatura Peruana, no se mencionó lo que Eielson le respondió al escritor peruano Julio Ramón Ribeyro en una entrevista publicada en la revista cultural La casa de cartón, en 1995. Ante la pregunta de si se incluiría dentro de la familia espiritual de "poetas pintores" como Miguel Ángel, Víctor Hugo, Henri Michaux o José María Eguren, dijo Eielson: "Incluirme al lado de Miguel Ángel, Víctor Hugo o Eguren me parece de una presunción enorme, aunque fuera el más humilde de sus descendientes. Por otra parte, la pregunta no me parece pertinente en cuanto yo no soy "poeta-pintor" ni "pintor-poeta", y nunca he comprendido ese término. En cierta época, que no duró sino diez años, escribí poemas y me llamaron poeta. Y en otra posterior me dediqué a las artes visuales y no escribí poemas, ni ningún texto realmente "literario". Sólo en un cortísimo período estas dos actividades han coincidido, precisamente entre los años 48 y 52. Además, como tú sabes, he escrito artículos para periódicos y no soy periodista. He escrito algunas piezas de teatro y no soy dramaturgo. Hago también escultura y no soy escultor. He escrito cuentos y no soy cuentista. Una novela y media y no soy novelista. En 1962 compuse una misa solemne a Marilyn Monroe, y últimamente preparo un concierto y no soy músico. Como ves, no soy nada."

Pero, para muchos artistas e intelectuales, no sólo de la generación del `50, Eielson significa muchísimas cosas.

EXPLORADOR DEL ESPÍRITU

Fernando de Szyszlo, un referente de la pintura abstracta en Sudamérica y el mundo, escribió en el diario La República, días después de la muerte de Eielson: "En su primera exposición personal de pintura compartimos las salas de la Galería de Lima, en mayo de 1948, vísperas de su viaje a París del que realmente nunca regresaría. Las cortas visitas que hizo a Lima fueron pequeños intermedios en una vida que se había afincado en Europa, primero en París y luego en Italia. Sin embargo, siempre llevó dentro la nostalgia del paisaje del desierto peruano".

Emilio Tarazona, curador y crítico de arte, ha publicado el libro La poética visual de Jorge Eielson (2004). Amigo y confidente de Eielson durante sus últimos años de vida, escribió para el suplemento Dominical del diario El Comercio, ese mismo año: "Este vínculo con su país es también una de las constantes de su producción estrictamente plástica, a través de su serie `El paisaje infinito de la costa del Perú`: cuadros matéricos (constituidos de arena y hasta de esqueletos de pájaros muertos) con los cuales se proponía reconstruir de modo hiperrealista, aun cuando paradójicamente abstracto, la realidad física del litoral peruano tal y como éste se había fijado en su memoria. Y también con sus nudos, que él denominaba quipus en referencia explícita a ese ancestral lenguaje del Perú prehispánico y que autores como Gary Urton han empezado recientemente a desentrañar: un homenaje personal a un sistema complejo de comunicación visual que él emprende hacia 1963, poco después de su más radical desprendimiento de la palabra escrita patente en sus poemarios conceptuales de 1960".

El poeta y lingüista Luis Rebaza Soraluz, conoció a Eielson en Lima, en 1977, en una reunión con autores jóvenes. Luego se reencontró con él en 1997, cuando organizó en Londres, junto con el destacado peruanista inglés William Rowe, una conferencia internacional en su honor. Desde entonces, siempre estuvieron en contacto. Ha publicado, además, el libro Jorge Eduardo Eielson. Ceremonia comentada. Textos sobre arte, estética y cultura. En una entrevista que dio al diario Perú 21, en el 2008, dijo sobre él: "Eielson entiende que hacer arte en el Perú significa trabajar con el legado artístico nativo. Intuye, además, que el artista no puede estar solo en un lugar, tiene que moverse en más de una cultura y por más de una época. Por eso, él pasa de lo precolombino a lo moderno, de lo andino a lo europeo, o de lo andino a lo afroperuano. Sin embargo, su particularidad es que asume al artista como chamán, como un terapeuta. Alguien que trasciende la realidad, que contribuye a curar, a solucionar problemas existenciales, cósmicos, que explora lo que algunos llaman espíritu, alma o subconsciente.".

Desde que dejó el Perú, en 1948, huyendo de la incomprensión de una sociedad cerrada y machista, que no supo comprender su opción sexual y la naturaleza de su creación, la poesía fue para él, aparentemente, una actividad secundaria, precedida por el quehacer de artista plástico. Para el ensayista, crítico literario y periodista Abelardo Oquendo, Eielson es sobre todo un poeta, según declaró en 1981, en una entrevista que le hizo para la revista Hueso húmero: "El pasaje a una práctica poética más amplia, fuera de la palabra escrita (o impresa), no significa un abandono de la poesía. Todo lo contrario: él es una reafirmación de los derechos de la poesía que, como todos sabemos, está en todas partes. En la tradición literaria occidental se ha identificado tanto la poesía con el lenguaje, que se ha vuelto casi imposible concebirla fuera de él. Sin embargo, su verdadera esencia está, precisamente, en lo inefable, en lo indecible, en todo aquello que las palabras no pueden formular. No por nada el verdadero poeta dedica su vida a la aprehensión de la poesía más allá de las palabras. En este sentido el ámbito de la poesía es infinito, aunque la forma, el molde, el código que la contiene sea diferente y reciba apelativos convencionales como música, pintura, poesía, teatro, ballet, etc."

En 1969, cuando llegó el primer hombre a la Luna, Eielson envió una carta a la Nasa proponiendo que llevaran una escultura suya para instalarla en el satélite terrestre. Le dijeron que no. El poeta insistió: solicitó que un día esparcieran sus cenizas en un funeral en la Luna. Eso jamás sucedió, pero Jorge Eduardo Eielson supo trascender de una manera aún más espectacular: diluyendo las fronteras de la experiencia estética.

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                               Concurso jóvenes talentos                                              Universidad Camilo José Cela