Fragmentos de la conferencia de Alicia Aza:
Además de la TV y la música experimental, ligado al concepto de la cámara de vigilancia y tras la venta masiva de cámaras de vídeo de uso doméstico, se comenzó en estos momentos a grabar en lugares públicos a las personas para poder documentar sus comportamientos y más tarde retransmitir esas imágenes, incluso alterándolas espacial y temporalmente.
Es la época de los happenings, las performances y las acciones en las que se usa al propio cuerpo - sobre todo por las mujeres vinculadas a movimientos feministas- como objeto artístico. Todo se graba para que quede registrado a modo de documento y poder después, en su caso, manipular las imágenes y sonidos grabados para plantear cuestiones desde la comunidad artística con una intención predeterminada de distorsión espacio-temporal de la propia realidad.
Por tanto, no es en el cine, es en la “manipulación electrónica de pistas de sonido e imágenes” donde hay que situar el nacimiento del vídeo y con una intención muy crítica contra las convenciones artísticas, y que si bien en sus inicios tuvo una trascendencia como hemos visto meramente conceptual, ha sido luego muy relevante para la historia del arte.
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Es a partir de los ‘90 cuando deja de hablarse de “videoarte” en sentido estricto y los artistas empiezan a trabajar en este medio -hoy integrado entre los denominados “Nuevos Media”- alternándolo con otras disciplinas como la fotografía o la escultura.
No hay que olvidar que se convive en esta época con la irrupción del video clip, el video juego, el net art, etc Pero la vídeo creación va adquiriendo importancia en los mercados artísticos, empiezan a producirse adquisiciones por parte de museos e instituciones y se introduce en el coleccionismo tanto público como privado, aunque en este último de forma muy lenta.
Una de las razones es la pérdida de su carácter de pieza “única” con el que nació en los 60 y como vídeo documento y la dificultad aparente para su disfrute y contemplación en el ámbito doméstico.
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Es entonces “la intención” del artista la razón única de que su obra se englobe dentro de la categoría de videoarte o de cine o cine experimental, con las consecuencias que ello conlleva en la distribución, formas y lugares de exhibición, edición de copias limitadas y su inclusión o no en el mercado del arte.
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Coleccionar vídeo lleva implícita una evolución en la mirada y la inquietud constante de avanzar no sólo en temáticas sino también en soportes.
La mayoría de los coleccionistas de vídeo hemos empezado comprando obra gráfica y pintura, pasamos después a la fotografía y siempre con oscilaciones entre la figuración y la pura abstracción, pero es esa necesidad de avanzar en el compromiso que adquieres con tu propia colección, la que te obliga a estar en constante alerta con lo que está sucediendo en el mundo del arte. Para ello, es preciso visitar galerías, museos, ferias, documentarse y leer revistas y catálogos especializados.
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Creo que coleccionar es una experiencia personal, íntima y subjetiva. Es también una forma de crear. Pretendo construir un discurso, plantear cuestiones y reflexiones a través de su contenido. Es una forma de expresión y sobre todo, creo que es una proyección de mi misma. Es un encuentro con la libertad. La libertad supone decidir, y toda decisión conlleva un riesgo. Quien arriesga se equivoca, pero en todo caso, crece. Coleccionar es una forma de crecer.
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