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Publica Clarín

Por Marcela Mazzei

Invitado especial del Festival Internacional Unasur Cine, Altunaga llegó esa tarde con la comitiva de cubanos al museo Franklin Rawson de San Juan y un grupo importante de realizadores, académicos e interesados esperaba que su experiencia y su mote de maestro iluminaran discretamente algún proyecto en mente o a medio ejecutar. Un rato después, Alejandra Guzzo (realizadora y curadora del homenaje al cine cubano en el festival) lo presentó como el guionista de Violeta se fue a los cielos, una biografía ficcional de Violeta Parra que se estrenó en la Argentina. Pero también –como comentó él mismo durante su conferencia de algo más de una hora– trabaja como asesor de guión de los chilenos Andrés Wood y Pablo Larraín, exponentes del exitoso nuevo cine chileno.

Si ninguna película se puede escribir, tampoco ninguna historia se puede abarcar por completo, agregó hacia el final, después de desplegar una auténtica clase que a muchos les recordó sus días en la universidad, en la que citó a Borges y a Buda ("dentro de la flor está el secreto de la flor") para ilustrar cómo el material y el autor comportan una forma de realizar la obra. Proyectó el comienzo de El Padrino (como ejemplo del modelo clásico de la estructura paradigmática del filme), el de Hiroshima mon amour de Resnais en francés (como ejemplo del modelo poético-ensayístico) y la escena de Kill Bill "donde está ella con el chino" (como el híbrido de los anteriores), deteniendo y avanzando las películas con instrucciones del tipo "ruédalo" y "quítalo", expresiones que le conferían un carácter entre imperativo y cómico. Al final conversó con los jóvenes realizadores que buscaban consejo de hacia dónde llevar sus guioes. Después de todo eso, ya en su hotel, respondió algunas preguntas.    

-¿A qué debe su fama la escuela San Antonio de los Baños?

-La escuela es muy famosa porque es un lugar de confluencias, primero de dos genios: Gabriel García Márquez y Fidel Castro idearon la escuela, y esa cosa que ellos pensaron, lo que ellos le dieron fue el sustrato de magia que tiene. Y, por otra parte, nosotros invitamos 150 profesores al año con distintas miradas, distintos puntos de vista, perspectiva, y eso crea una relación muy maleable, de confluencia y a veces de divergencia cultural también que los alumnos respiran, a veces ni se dan cuenta. Por otra parte, de la escuela no se sale: está a 40 kilómetros de la ciudad y se está el día entero hablando de cine, viendo películas, por las noches hay actividades lúdicas. Digamos que la escuela tiene un montón de magias, de misterios, al margen de que el sistema pedagógico es muy ecléctico, porque allí las cosas se encadenan pero no se continúan, más bien por yuxtaposición se dan, y los profesores tienen que devolver a los alumnos lo que ellos creen de las clases, y los alumnos a los profesores. Hay siempre discusiones sobre los talleres, sobre las clases, sobre los trabajos prácticos.

-La escuela vivió lo que llaman la revolución tecnológica, ¿en qué la afecto?

-Eso fue una larga discusión porque hasta hace muy poco la escuela trabajaba con todos los formatos, incluso cuando al 35 mm había que ir a editarlo, a hacer los laboratorios en México. El renunciar que las tesis fueran en 35 mm fue algo doloroso para la tradición de la escuela. Pero sí ganó que ahora puede tener una audición mayor. Los alumnos pueden explorar en otras áreas y también pueden hacer trabajos individuales, que no están en la currícula.  

-Usted es profesor de guión, ¿verdad?

-Yo soy decano de guión y durante muchos años he trabajado en la Escuela, y doy clases de guión para editores, guión para productores, guión para directores. Digamos no es lo mismo cómo lo ve cada uno.

-¿Y cómo se da cuenta cuando es bueno el guión?

-El guión yo pienso que es como una crisálida del que sale una mariposa. El guión siempre es mucho más feo que la película. Es decir, el guión más bello para la película no siempre es el mejor escrito, y por eso en el guión hay que huirle a la poesía. Siempre hay algo que te atrapa, algo que de alguna manera sientes una vibración en la historia. Pero también hay una certeza que tengo yo: si tengo dudas ante un guión, digo que lo haga, que se escriba, porque es mejor equivocarte con un genio que malograr un genio. Entonces, házlo y vamos a ver qué ocurre. En el arte siempre hay una duda, pero si un guión tiene encanto se puede hacer sobre eso algo interesante.

-Pero usted viene de las letras...

-Yo estudié Literatura mientras trabajaba en la televisión y la radio. Primero estudié un poco de literatura clásica, la tuve que dejar para trabajar en la radio, diez años después volví a la universidad y si me gradué en Literatura Hispanoamericana. Entonces, tenía la tradición visual de la televisión, la tradición sonora de la radio y adquirí la mirada de las letras: la novela, la narrativa, el cuento, que son cosas que me fascinan.

-¿Qué opina de la novela contemporánea casi cinematográfica, escrita casi como guión?

-Pienso que no es el cine solamente. En la sociedad contemporánea todas las formas de expresión audiovisuales influyen desde niño sobre el destinatario. Están la publicidad, los programas de la televisión, el cine también, el teatro actual que a veces incorpora el circo y que se hace mucho más visual. La aceleración de la información es tan alta y la confluencia de los medios tan poderosa que no creo que sea solamente el cine el que influye sobre la literatura. Ya Hemingway era muy cinematográfico, igual que muchos otros escritores norteamericanos, como Dos Passos, y algunos guionistas en esos años. Creo que la nueva literatura, si es que hay una literatura nueva, también tiene que ver con el nuevo mundo editorial, que es más industria: hay una industria cultural hacia la novela y entonces se hacen novelas que se vendan, entonces los expedientes, la forma en que se hacen se acerca al cine que se vende.

-¿Y dónde queda el arte?

-Es muy complejo. Pienso que esas son las reglas del juego, pero de todas maneras las industrias tienen una trampa. Si hay un producto que el mercado puede adquirir, tiene que llegar a un acuerdo, tiene que tragárselo, absorberlo. Hoy las empresas de cine tienen un cine de bajo presupueso que abre un espacio donde había un enfrentamiento a la industria, que ahora le abre un espacio, es el cine de autor. En Finlandia el estado otorga ayuda a una cantidad de cine enorme donde hay un abanico de posibilidades. Lars von Trier es un fenómeno de la industria, porque la industria tiene que mirar hacia él aunque no quiera, porque vende, porque es una zona del mercado que no puede quedar sin líder. No es que esté defendiendo al mercado, pero el mercado existe y hay gente que entra al mercado de diversas maneras. David Lynch no es un autor del modelo clásico que propugna la industria pero es un suceso, entonces el mercado tiene que asimilarlo.

-En la conferencia llamó posmodernista al modelo de obra que es un híbrido entre el modelo clásico y el poético. ¿Cree que sigue vigente ese concepto? ¿Ve nuevas formas que se manifiestan?

-Uno puede decir más que una obra posmodernista, que hay una lectura posmodernista de la obra, pero el proceso de desfuncionalización que viene de las inmigraciones de los países poscoloniales a las grandes metrópolis, cuando entran los filósofos y artistas de la India, todo el mundo del Islam que entra a Europa y el mundo de Asia, imponen cambiar la mirada. Es un mundo que no se basa en la causa efecto sino en la casualidad, es el mundo de la contemplación en lugar del espectáculo. El mundo cambió, más allá del posmodernismo, está la arquitectura fractal, las artes plásticas, la música dodecafónica... Muchas cosas que eran estructuras se dinamitaron, casi siempre la filosofía es posterior a los sucesos.

 

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