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Publica El País (Uruguay)

Por Valentina Vescovi (desde Cannes)

La experiencia Cannes

Cada vez que recibe una pregunta incómoda, suelta una risa leve y explosiva. Responde con pasmosa lucidez y con la coherencia discursiva de un sofista. No se lo ve dudar ni un segundo, o mucho menos andarse con medias tintas: su contundencia es brutal, casi tan grande como su simpatía y su esnobismo, o como los magníficos círculos negros y grises de la camisa que trae bajo su traje a rayas. "Lo que hace el señor James Cameron es un juego de trucos vacíos, lo que hace Scorsese es lo mismo que hizo Griffith hace ciento dieciocho años. Desde Casablanca, pasando por Star Wars hasta Spiderman, es todo el mismo aburrimiento de siempre", declara en un inglés casi enojado, sonrojado por su propia efusividad. Se lo ve auténticamente decepcionado. Pese a la vigente popularidad del cine y de su alcance y a los negocios multimillonarios que se cuecen en torno a las películas de Hollywood, el director de El contrato del pintor, El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante y El vientre del arquitecto sigue insistiendo en que el futuro del cine no está en el cine y sostiene que el interés cederá pronto.

Greenaway estuvo en la Semaine de la Critique del Festival de Cannes presentando Just in Time, el primer capítulo de una trilogía de cortos realizada junto a Jean-Luc Godard y el portugués Edgar Pera que explora la tridimensionalidad en el cine. La finalidad del proyecto, bautizado 3x3D, fue celebrar los 2 mil años de historia de la ciudad portuguesa Guimarães, recientemente nombrada Capital Europea de la Cultura. El encare de cada uno de los directores para investigar el 3D fue radicalmente distinto. En particular, Greenaway eligió filmar la historia de Guimarães con una cámara que viaja a través de la ciudad, atravesando espacio y tiempo paralelamente, mientras carga sus planos con interminables manuscritos gigantes que coinciden o no con la voz en off que va narrando, a su vez, los acontecimientos.

La experiencia entera no fue particularmente satisfactoria para Greenaway, que propone sustituir el 3D por el llamado cine de inmersión, mediante el cual una cúpula gigante ubica al espectador en el centro de la acción valiéndose de hologramas. "Mi escepticismo con respecto al 3D ha sido confirmado"dice. "No creo que el 3D cambie de manera alguna el concepto, la sintaxis o el vocabulario del cine. Hay maneras mucho más interesantes de obtener la sensación de tridimensionalidad que utilizando esos estúpidos anteojos".

Sin embargo, la mayor de sus protestas contra el cine actual es hacia la insistencia de los realizadores por contar historias. "Yo asesinaría felizmente a todos los guionistas del mundo. Creo que la narrativa es una pérdida de tiempo absoluta. No queremos un medio basado en textos; lo queremos basado en imágenes. Las películas no son libros". El futuro, según Greenaway, está en hacer cine multipantalla (o sea, en sacar al cine del cine), no narrativo y en tiempo presente.

La historia como tal

-Usted dice que las películas no son libros. Pero tampoco son pinturas. ¿Cree que su mirada sobre el futuro hacia un cine necesariamente no narrativo podría estar sesgada por su formación de artista plástico?

-Puede que esté siendo prejuicioso por mi entrenamiento como pintor, pero sigo creyendo que el cine debería comunicar a través de imágenes y no a través de textos. Las películas más grandes de los últimos quince años fueron El Señor de los Anillos y Harry Potter, que no son películas, ¡son libros ilustrados! Tenemos un cine de conductores en lugar de compositores; la mayoría de los directores de cine son manos contratadas trabajando sobre el material de otro. Debería ser como en la pintura, en la que hay una persona haciéndose responsable de su visión subjetiva. Las películas de Hollywood están hechas por comités y todo está ligado al dinero: cuanto más dinero va para la película, menos control tenés. Una película mía cuesta, en promedio, cerca de 3 millones de euros, y yo estoy totalmente en control. Además, ¿para qué uno querría contar una historia? Seguramente puedas resumir la historia de una película que te guste en una frase, pero después de eso, se acabó. Recordarás un fenómeno audiovisual particular, la relación de una línea con un paisaje, un color con una sensación particular, un ruido. Una experiencia cinematográfica particular. La historia es solamente pegamento, es cemento que une ladrillos, nada más, uno se olvida que está ahí.

-Insiste en eliminar la narrativa del cine, pero la palabra aparece como elemento clave en algunas de sus películas, como Escrito en el cuerpo o la reciente Just in Time. ¿Cómo explica esta contradicción?

-Si algo te pica, hay que rascar. Necesitaba sacarlo de mi sistema, y para eso hay que atravesarlo. ¡Quiero decirles estas cosas! Quiero que se cuestionen sobre la incidencia del texto en las imágenes. Pero en Just in Time introduzco el texto de forma muy perversa porque no les doy tiempo de leer nada, ¿cierto? Vos sos un miembro de mi público ideal por haber percibido esto, quiero que sigas el juego que estoy proponiendo. Quiero que todos se pregunten sobre la palabra en el cine.

-En Just in Time usted resume dos mil años de historia valiéndose del texto que atraviesa las imágenes más la voz en off, pero asegura que la palabra no es más que un recurso para alertar al espectador sobre la peligrosidad de la palabra. ¿Cómo lo haría sin palabras? ¿Cómo se cuenta una historia sin contar una historia?

-Yo siempre creí que no existe la historia como tal, sólo hay historiadores, y los historiadores son subjetivos, todos tienen su visión o interés particular. El mejor historiador de Inglaterra fue Edward Gibbon, que escribió Historia de la Decadencia y Caída del Imperio Romano, aunque, en realidad, estaba hablando de la decadencia y la caída del imperio inglés. Roma no le interesaba en lo más mínimo, pero él la veía como un paradigma para analizar algo diferente. Entonces, no hay historia, hay historiadores, y la mayoría de los historiadores sospechan de la imagen y se basan en textos. Sienten, vaya uno a saber por qué, que de alguna forma el texto tiene más autoridad que las imágenes, lo cual es completamente falso. Deberíamos recordar eso al hablar sobre la manifestación y representación de todos los personajes históricos y preguntarnos: ¿esta mujer realmente existió? ¿Este hombre hizo eso realmente? La mayoría de la gente está interesada en la mitología, no en la historia. Un buen ejemplo es Enrique VIII. Tuvo seis esposas y Ana Bolena fue su amante, y la mayoría de la gente está fascinada con eso, pero lo verdaderamente importante sobre él es que rompió con Roma. Inglaterra fue la primera gran nación europea que mandó a cagar al Vaticano y dijo: "El Papa es un idiota". Ése fue el aporte de Enrique VIII a la historia inglesa y no su affaire con Ana Bolena. Pero nos fascina mucho más la mitología que la historia.

Un cine maleable

-Si el 3D es estúpido, ¿cuáles son esas formas interesantes que usted encuentra para explorar la tridimensionalidad?

-El 3D todavía utiliza la singularidad aburrida de un cuadro. Pero vos no me ves a mí en un cuadro ni yo te veo a vos en un cuadro. Un cuadro es una condolencia de confort que hemos llegado a utilizar por un montón de razones insensibles. Durante largo tiempo he estado experimentando con el cine de inmersión arquitectónica, en el que usamos muchísimos cuadros. La habilidad de entender el espacio -la forma en la que tú y yo vemos el mundo- puede ser explorada mucho mejor de esa forma que utilizando los anteojos 3D. El 3D sigue ciñéndonos a un rectángulo. Propongo que exploremos un mundo tridimensional pero con pantallas múltiples, no en la singularidad de todo el mundo metido en un solo rectángulo.

-¿A qué se refiere cuando habla de realizar "cine en tiempo presente"?

-Uno de los privilegios más importantes que aporta la revolución tecnológica es la mutabilidad. Puedo transformar un website en una ópera, una ópera en una película, una película en una librería virtual, y así. Podemos ir y venir con facilidad a través de los distintos medios, cosa que jamás sucedió antes. Eso es algo que deberíamos explotar y manipular. El cine, entonces, es solamente un fragmento mínimo de un gran espectro de la actividad de un mundo visual que hoy controlamos completamente. Hacer cine en tiempo presente es hacer cine tan maleable como la televisión: significa que puedo mostrarte una película un lunes pero puedo recortarla y rehacerla para el martes, para el miércoles, para el jueves. Imprimamos la dinámica de una conversación viva, animada. Sé que esto va a ser horrible para los distribuidores de cine. "¿Qué es esto, señor Greenaway?", me van a preguntar. Pero creo que la mutabilidad se ha vuelto parte de nuestra esencia. La habilidad de representarse a uno mismo de maneras múltiples está al alcance de nuestra mano ahora, la capacidad de la revolución digital para transformar la alfabetización visual es extraordinaria. ¿Quién está usándola realmente? Un video promedio de YouTube es mucho más interesante que lo que está haciendo Scorsese.

-¿El futuro del cine, entonces, está decididamente afuera de las salas de cine?

-Sí, es evidente, porque siempre una novedad audiovisual superó a lo que existía anteriormente. Del siglo XV al XVIII la excitación audiovisual estaba en la ópera, pero la ópera murió en 1914 cuando arrancó el cine. El nuevo medio reemplazó al viejo. Por eso creo que lo próximo va a ser mucho más interesante que el cine, va a hacer que Star Wars se vea como una ópera del siglo XVII. Pero hay que llegar a eso, y mi argumento es: a no ser que le digas a la gente que algo está roto, no van a tratar de arreglarlo. La gente es terriblemente nostálgica, los festivales de cine están llenos de nostálgicos. El Festival de Cannes es una pérdida de tiempo. Hay más de 5 mil festivales de cine en Europa y hay solamente 365 días en el año. El exceso crea un colapso. Toda esta actividad masiva en torno a un medio arcaico va a desaparecer en los próximos tres o cuatro años.

Sin cara

En una de sus pausas, Greenaway reflexiona un segundo y bromea: "¿Ya he sido lo suficientemente pesimista?", y entonces hace un switch y pasa a hablar del futuro, de sus proyectos concretos para los próximos años. Sorprende escuchar que su mira está puesta en Sudamérica, específicamente en la Argentina. Sorprende porque minutos antes, mientras se lo escuchaba despotricar sobre el psicoanálisis -"una práctica producto de la imaginación altamente subjetiva de un señor judío muy aburrido que vivió en un tiempo particular con fetiches más particulares todavía"- y su absurda vigencia en el Río de la Plata, interrumpió para soltar un comentario incluso más cáustico: "Ya no hay Freud, ni nada. Todos estamos solos ahora. Todos somos ateos, al menos en Europa. El Vaticano se dio por vencido en Europa, ahora se concentra en Sudamérica, donde todavía son estúpidamente supersticiosos y estúpidamente creen. Como en África".

Lo cierto es que, a pesar de esa estupidez imperante, Greenaway tiene planeado viajar próximamente a Argentina para filmar un largometraje sobre el pintor neerlandés Jerónimo Bosch. También tiene planeado hacer una película basada en un cuento inédito e inconcluso de Jorge Luis Borges, a quien admira profundamente y a quien considera un incomprendido.

"El cuento se llama `La puta sin cara` y narra un drama político. Revela lo que Borges pensaba de Argentina, su orientación política de extrema derecha -dice-. Hay ciertas razones que él tuvo para tener esa ideología. Admiro a Borges enormemente y siento que su reputación política ha sido manchada porque fue un incomprendido. Era antiperonista. Todos votaron por Perón, que era un tirano idiota. Porque era popular se cree que era bueno. Borges critica a la democracia y fue un incomprendido. Sócrates tomó la cicuta en el 300 antes de Cristo porque estaba en contra de la democracia, porque dijo que la democracia funcionaría sólo si la gente sabe cómo ser democrática. Pero la mayoría de la gente está tan mal informada que ¿cómo van a poder tomar decisiones políticas? Y esa fue la razón por la que Perón y su mujer fueron tan poderosos durante tanto tiempo en Argentina. Y todavía lo son".



Las películas

-The Falls, 1980

-El contrato del pintor, 1982

-Zoo, 1985

-El vientre del arquitecto, 1987

-Conspiración de mujeres, 1988

-El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante, 1989

-La tempestad, 1991

-El bebé de Maçon, 1993

-Escrito en el cuerpo, 1995

-8 1/2 mujeres, 1999

-Las maletas de Tulse Luper, integrada por tres largometrajes, de 2003, 2004 y 2005.

-Visiones de Europa(corto, con otros directores), 2004

-Acuso a Rembrandt, 2008

 

Colaboramos con:

                               Concurso jóvenes talentos                                              Universidad Camilo José Cela