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Por Sandra de la Fuente

La idea de que Ligeti abra un ciclo de música contemporánea lo sorprende un poco: “No sé si podría decir que Ligeti representa un lenguaje contemporáneo. Estoy seguro de que es una música que refleja como ninguna otra lo que sucedió en el arte hacia fines del siglo XX. Es un espejo cultural de los 80, del final del siglo. Y fue en esos años que su lenguaje cambió radicalmente. Porque a Ligeti le tomó tiempo crear una nueva forma de componer, con esos nuevos tipos de texturas y estructuras rítmicas que empezaron a estar más focalizadas en el pulso y en el ritmo. Ligeti cambió radicalmente el sonido del piano. Su gran imaginación rehízo la manera de escribir para el instrumento. Creó un nuevo universo para el piano así como, en su momento, Debussy con sus estudios inventó otro.

–Suele decirse que Ligeti es el Beethoven del siglo XX. ¿Te parece pertinente la analogía?

–En algún sentido me parece que esa relación es pertinente. Beethoven y Ligeti empujaron los límites tanto del intérprete como del instrumento. Hicieron una búsqueda radical, cada cual en su tiempo, de lo que deseaban. Ambos hacen un uso dramático del piano, con materiales que se distinguen rápidamente y a los que el oyente puede entender desde el comienzo. Incluso, ambos construyen estructuras poderosas. Y en ambos se puede percibir una búsqueda de libertad.

–En el caso de Beethoven, la búsqueda de libertad es subjetiva, pero en el de Ligeti es objetiva: tuvo que escapar de una dictadura.

–Beethoven amó a Bonaparte pero odió a Napoleón. Sostuvo las ideas de libertad, igualdad y fraternidad pero detestaba al emperador. Beethoven creyó en un arte revolucionario. Ligeti, en cambio, sufrió una tremenda dictadura de la que vivió escapando. Siempre fue un librepensador y su música transmite esa libertad.

–¿Qué dificultades presenta para el oyente y para el intérprete la obra de Ligeti?

–Para el oyente no presenta dificultades. Son piezas cortas y muy caracterizadas, además de seductoras y conmovedoras. Pero para el ejecutante exige brillo y claridad en piezas que son altamente polirrítmicas. Su lenguaje fue muy original en su tiempo y el intérprete que las aborda por primera vez tiene que aprenderlo desde cero, sin poder aferrarse a ninguna convención. Los estudios son muy demandantes en términos técnicos, también por su polifonía y por el control rítmico que exigen. Tal vez éste sea el punto más complicado para los músicos con formación clásica, porque suelen preocuparse más por la línea melódica y por la armonía que por el ritmo. Algunos de esos estudios son muy difíciles, otros ya son clásicos.

 

Colaboramos con:

                               Concurso jóvenes talentos                                              Universidad Camilo José Cela