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"Ella logró pulverizar las palabras"

 

Publica Revista Ñ

 

Por Héctor Pavón

 

-¿Qué dificultades, en particular, pueden provocar llevar la literatura rusa a un idioma como el español?

 

-Cada autor, cada época tiene sus dificultades, no es lo mismo el idioma ruso de principios del siglo XIX que el de finales o que el del siglo XX. Y, ya dentro de esas grandes ramas cronológicas, están los autores. Traducir al español a Marina Tsvietáieva me presenta unas dificultades completamente distintas de las que me enfrento cuando traduzco a autores como Tolstói o a Pushkin.

 

-¿Cómo llegó al mundo de Marina Tsvietáieva?

 

-A fines de los años 70, estaba estudiando filología rusa en la Universidad Estatal de Moscú, y Tsvietáieva no formaba parte del programa de literatura. Un amigo que trabajaba en la Agencia de derechos de autor, un día inolvidable, me dio un paquete cerrado y me dijo: “léelo”. Eran las Cartas del verano de 1926. Fue mi primer contacto con Tsvietáieva. Me deslumbró. En ese momento descubrí mi vocación. Necesitaba traducirla. Dije en la agencia que quería traducir esas cartas. Me pusieron en contacto con el hijo del poeta Boris Pasternak, Yevgueni, que me ayudó mucho en todo el proceso de traducción.

 

-¿Qué hizo con estas cartas traducidas?

 

-El verano siguiente viajé a México, y por consejo de Sergio Pitol, se las llevé a ese personaje mítico que era Arnaldo Orfila, entonces director de Siglo XXI. Me recibió don Arnaldo, cálido, atento, vio mi entusiasmo desbordante por ese libro, por las cartas, por Tsvietáieva, y me dijo, “vamos a publicarlo, hijita...”

 

-¿Y qué obras de Tsvietáieva continuó traduciendo?

 

-El libro salió en 1984. Cuatro años después vine a vivir a Barcelona. Aquí traduje un libro de relatos autobiográficos, El Diablo; y uno de ensayos luego El poeta y el tiempo. Después traduje un libro hermosísimo que se llama Indicios Terrestres; a éste siguió Mi Pushkin en el año 95. En este momento tengo casi la totalidad de la prosa de Tsvietáieva traducida.

 

-¿Qué quedaría por traducir?

 

-Me quedan algunos textos. Uno que se llama Carta a la Amazona, forma parte de los escritos franceses que no había tocado hasta ahora. Otros son unos relatos breves que dedica a su padre: Mi padre y su museo; La corona de laurel; La inauguración del museo que tengo previsto publicar el próximo año. Y, además, me faltan sus cuadernos de trabajo, la mayoría de sus diarios, de los cuales publiqué sólo unos fragmentos en un libro que reunió Tzvetan Todorov, bajo el título de Confesiones. Es un libro muy interesante, Todorov reunió parte de los diarios y de las cartas de Tsvietáieva y creó una especie de autobiografía póstuma.

 

-De todos estos textos, ¿cuál fue el que le trajo mayores desafíos o dificultades?

 

-Todos. Esto es un constante desafío. Yo ahora estoy en algo...

 

-A ver...

 

-Me doy cuenta de que tengo una deuda con ella, que es volver a traducir los primeros libros que traduje. Los vertí al español sin saber del todo lo que ella esperaba o, más bien, lo que para ella significaba la traducción literaria. Mientras más la conozco, más la entiendo. Estoy tratando de recuperar la música de las frases, amén del sentido. Para Tsvietáieva lo más importante es el sonido. Lo que estoy haciendo ahora es eso: buscar la música en español.

 

-¿Cuánto de la cultura rusa se puede leer en estos libros?

 

-Tsvietáieva nace en 1892, cuando aún existía el zarismo. Luego vive la revolución, después la emigración y finalmente vuelve a la Rusia soviética. Vivió, pues, la historia reciente de su país, prácticamente completa. Y lo retrata en su obra. Es decir, va del mundo pre revolucionario y la catástrofe de la revolución a la emigración que para ella comienza en Berlín, sigue en Praga y sus alrededores y finaliza en París y sus suburbios hasta que vuelve a un país que ya no es Rusia, sino la Unión Soviética.

 

-¿Y cuánto se identificó con su vida y con su literatura?

 

-Suele ocurrir con la gente que siente pasión por Tsvietáieva. Yo he intentado ponerme a salvo de ese problema, o de ese fenómeno. La admiro, como no he admirado a nadie. Lo que ella ha logrado con el lenguaje en ruso, creo que no lo ha logrado ningún otro escritor. Ya no estoy hablando de sentidos, estoy hablando de música. La manera que ella tiene de tratar el lenguaje, de pulverizar las palabras, de hacer que suenen de una manera distinta, de darle un ritmo a cada una de sus prosas y de sus versos, es un fenómeno único en la literatura rusa.



 Selma Ancira es una de las conocedoras más completas de la literatura rusa y una de sus traductoras más prolíficas dentro del ámbito de la lengua castellana.


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